¿Cómo suena la autoexigencia?
“Me exijo demasiado”, “¿Por qué me exijo tanto?”, “Soy muy autoexigente”. Puede que te digas a menudo.
Un día te levantas y ves tu costado. Está enrojecido, lleno de latigazos. Te preguntas si será que estás protagonizando la nueva película de Mel Gibson sobre la pasión de Cristo. O… ¿tal vez se trata de lo duro que te está golpeando tu autoexigencia?
Autoexigencia, ¿qué es?
Podemos definir la autoexigencia como el conjunto de conductas del tipo: comprobación, reaseguración, hiperatención … encaminadas a propósitos similares: reducir la ansiedad que produce equivocarse o exponerse a malos resultados, mayor sensación de control de las situaciones, buenos resultados derivados de estas conductas, evitar críticas o consecuencias negativas administradas por otros (como evitar la bronca de tu jefe)… y así podríamos seguir con las idiosincrasias de cada persona que lea esto.
Estos repertorios se generan por muchas razones históricas y presentes de la vida de las personas, al igual que los contextos familiares, laborales y académicos en los que se ha movido. No será el mismo grado de autoexigencia una persona que ha estado en deportes de alta competición, que personas que han hecho ballet, arquitectura o jardinería. Como tampoco es lo mismo ser educado por padres que han estudiado o no, que sean de ciudad o de campo, o alguien que haya estado en casas de acogida. Lo queramos o no, nuestros contextos sociales remotos e inmediatos nos han influido en la persona que somos hoy y en nuestros los repertorios conductuales que mostramos.
Los contextos donde se refuerzan X resultados, niveles elevados de rendimiento, tallas concretas, mayor atención según qué aspectos, dinero, status… Serán contextos que harán más probables las denominadas «conductas autoexigentes».
“Soy muy autoexigente” vs Conductas autoexigentes
Nuestro lenguaje se presta a meter dentro de las personas las cosas: soy ansiosa, tengo depresión, soy autoexigente. Soy soy soy. ¿Qué eres amigo/a mío/a?
¿Eres autoexigente en todo? ¿De veras? No lo creo. En algo serás más dejaete. ¿Y cómo es posible si tú “ERES” autoexigente? Efectivamente, porque solo muestras conductas que se tildan como tal en algunos contextos. No en todos.
Algunas de estas conductas son:
- Comprobación de que algo se ha hecho bien muchas veces.
- Reaseguración de haber hecho algo correctamente.
- Hiperatención al propio trabajo, rendimiento o acción.
Podemos ampliar más y más el abanico de conductas, pero eso no nos importa tanto como lo que nos cuesta, en la mayoría de casos, y es… Una ENORME cantidad de tiempo. Y ¿por qué se mantiene? Puede que te preguntes. Por las consecuencias que tienen realizar esas conductas en tus contextos y que podrían estar retro-alimentando el problema. Por ejemplo, lo que haces te:
- Ayuda a reducir incomodidad de equivocarte o exponerte a malos resultados.
- Proporciona mayor sensación de control de las situaciones.
- Te devuelve buenos resultados derivados de estas conductas (como dinero, títulos o premios).
- Te ayuda a evitar críticas o consecuencias negativas administradas por otros (ser despedido/a, regañado/a…).
Autoexigencia ¿puede llegar a ser destructiva?
Podría ser… por desgracia. ¿Por qué? Porque las personas muchas veces no saben por qué se exigen tanto, por qué siguen haciendo lo que hacen, y lo que es peor, pueden llegar a insensibilizarse de elevados costes que les está trayendo a su vida.
La persona podría estar viviendo una realidad plagada de reglas verbales de cómo “se supone que tienen que ser las cosas” y no se está dando cuenta que la vida se le puede estar derrumbando encima.
Por desgracia a veces pasa, que las personas se dan cuenta de esta “autoexigencia destructiva” cuando ya algo malo de verdad les ocurre y responden de forma reactiva. ¿Os suena la frase de: “hasta que no le pase algo malo no para…”.? Pues algo así.
La persona se podría insensibilizar tanto de su realidad, que podría estar con una salud deplorable, con un nivel de ansiedad y malestar muy alto y aún así, emparejar todas estas cosas con algo “bueno” por los resultados tan “buenos” que a corto plazo le proporciona lo que hace.
En este caso convendría mirar, qué clase de cosas se está pagando para sostener toda esa infraestructura de daños, y si realmente, nos estamos cargando la vida por sostener estándares tan absurdamente altos.
No somos seres caídos del cielo y nos levantamos autoexigentes.
Si miramos los contextos verbales que fomentan y aúpan estas cosas, nos daremos cuenta que estamos inmersos en una sociedad que refuerza los altos estándares. Esto no es que sea necesariamente malo ni bueno, pero bien es cierto que reducir toda exigencia por evitar conductas compensatorias perjudiciales, tampoco esperemos que sea la solución.
Es importante estar preparados para navegar por los contextos que nos aguarda la vida, teniendo en cuenta qué contextos nos benefician más que otros para preservar la salud y la integridad personal.
Tal vez la exigencia, el inconformismo y el hambre de mejora nos haya traído grandes avances, pero como todo lo humano, cada cosa tiene su doble lectura, su lado negativo, y aquí con este tema, podríamos tener, uno de los puntos grises de la sociedad de la productividad, los resultados y la excelencia.